¿Te has preguntado alguna vez por qué hay novelas, que por mucho que lo intentemos, no nos “entran”? ¿Por qué hay novelas que no nos gustan? Algunas novelas no nos gustan por factores relacionados con la narrativa, la escritura, el argumento o algún personaje. Un narrador poco convincente, una redacción poco atractiva, un argumento aburrido o unos personajes poco creíbles pueden ser motivos para que un lector sienta rechazo por una novela. Si como escritor, quieres evitar en la medida de lo posible que esto ocurra con alguna de tus obras, ten en cuenta los siguientes consejos.
El autor es lo único omnipresente en una novela: crea los personajes, el argumento, etc., y si no es muy experimentado puede que eso afecte a alguno de los aspectos de la novela. Un escritor, por ponerte un ejemplo, puede desarrollar excelentes argumentos, pero no diseñar bien a sus personajes; o escribir diálogos brillantes y no tener ni idea de narrar, por lo que una novela puede gustarte (o no) solo en alguna de sus partes.
Tus personajes
Deben estar provistos de una “personalidad” propia y, ante todo, tener una motivación especial para hacer lo que hacen, aunque se lo ocultemos al lector. Su forma de actuar debe ser consecuente con esa personalidad para que tengan credibilidad. Como creador de tus personajes, debes conocerlos a la perfección. Y piensa en nombres que se adapten a ellos, no utilices nombres de personas famosas.
El conflicto
Si tienes un protagonista, debes tener un antagonista, y la función principal de este último debe ser complicarle la vida al primero. Precisamente, el conflicto entre ellos es lo que debe despertar el interés del lector, y para ello, no debes hacer a tu principal personaje perfecto, debe ser un tipo normal, con el que cualquiera pueda identificarse.
La trama
No satures a tu lector con datos irrelevantes. Céntrate en lo que quieres contar, no hace falta que demuestres todo lo que sabes en tu primera novela. Tendrás más oportunidades de hacerlo, pero solo si no aburres a tus lectores.
El narrador
Un error frecuente es despistarse con el narrador. Saltar de la primera a la tercera persona sin darte cuenta, o al revés. El narrador, sea del tipo que sea (primera persona, tercera, omnisciente…), debe tener su propia voz, y nunca debes volcar tus opiniones en él. El narrador debe “mostrar” lo que hacen los personajes, no “contarlo”. Todos sabemos cómo nos vestimos, cómo comemos, cómo nos divertimos, lloramos… Si lo que cuentas no es clave para el desarrollo del argumento, mejor ahórratelo.